Un sortilegio es como una canción. Tiene que tener emoción. Un sortilegio sin ella, es simplemente una serie de hierbas quemadas, una oración vacía, un viaje sin rumbo. El acompañamiento lo hacen las hierbas, que sin armonía suenan extraño, una canción desentomada. El ritmo está dado por la luna, la que dirá si es un vals, una balada, una tonada o una marcha fúnebre. El conjuro es la palabra que crea la realidad, que enuncia el deseo y escatima el alma que será desenvuelta según la decisión. El orden y el proceso serán los puntos de reposo y tensión de la melodía; y finalmente el círculo será nuestro escenario. Sin la emoción la canción está vacía, como el sortilegio sin motivación. Esta puede ser clara como el agua, u oscura como la noche. Podrá ser calmada como la brisa en los árboles, o agresiva como la erupción de un volcán. No temáis, brujos todos, si el mal acecha en el corazón. Que incluso la naturaleza se enoja y lanza sus zarpazos para apaciguar las ba...